Majadahonda, ese encantador municipio situado a 18 km al noroeste de la bulliciosa ciudad de Madrid, tiene sus raíces profundamente arraigadas en un pasado humilde como una pequeña aldea donde pastores y labriegos forjaban su existencia. La etimología de su nombre, "Majadahonda", nos desvela su origen: una majada, lugar donde se resguarda el ganado durante la noche, ubicada en una hondonada. Quienes tienen el privilegio de llamarse naturales de este lugar se reconocen como "majariegos" o "majariegas". Un escudo de armas, cargado de simbolismo, adorna la ciudad: la corona real, un recordatorio de su condición de realengo; un campo dividido en cuarteles, cada uno narrando un fragmento de su historia. Una oveja y un redil rinden homenaje a sus raíces ganaderas, mientras que la majestuosa sierra de Guadarrama se alza en la distancia como guardiana de estos paisajes. Un racimo de uvas, testigo de viñas majariegas, celebra el cultivo de esta tierra, y el icónico Castillo de Almenara, erróneamente llamado Villafranca, posa como un testigo silente de la evolución de esta urbe, en especial su relación con la urbanización Villafranca del Castillo.
Majadahonda vivió una transformación notable durante la vibrante década de 1960, ascendiendo de modesta aldea a próspera ciudad, tejiendo sus lazos con el área metropolitana de la capital española. En ese periodo, las urbanizaciones se levantaron siguiendo el modelo idílico de ciudad-jardín a lo largo de la carretera del Plantío, dotando a la región de una nueva dimensión. Sin embargo, los vestigios de la antigua población, tan rica en historia, son hoy escasos, víctimas de la brutalidad de la Guerra Civil (1936-1939) que convirtió a Majadahonda en un sangriento frente de conflicto, destruyendo gran parte de su patrimonio edificado. El período de posguerra demandó la construcción prácticamente desde cero, forjando una nueva Majadahonda sobre las cenizas del pasado.
El municipio goza del privilegio de resguardar parte de su territorio bajo la protección del Parque Regional del Curso Medio del Río Guadarrama y su Entorno, una valiosa joya de la naturaleza creado en 1999. Esta designación se gestó como un acto de resistencia ante las amenazas de transformación urbanística y de usos extractivos que se cernían sobre este tramo del río Guadarrama, un paraíso natural que se erige como un baluarte de conservación en un mundo en constante cambio.
En el ámbito académico, Majadahonda se enorgullece de albergar la sede de la Facultad de Informática de la Universidad Pontificia de Salamanca, un centro de aprendizaje que fomenta el desarrollo tecnológico en este rincón de la comunidad madrileña.
La ciudad brilla también como un epicentro de compras y entretenimiento. Sus centros comerciales, verdaderos paraísos para los amantes de las compras, y las áreas de ocio pulsan con vida, atraen a los habitantes locales y a los viajeros provenientes de poblaciones cercanas, incluso de la misma ciudad de Madrid. Un elemento icónico es el mercadillo, tradicional y encantador, que emerge cada martes y sábado. Es un punto de encuentro, una fusión de culturas y deseos, donde majariegos y visitantes comparten risas, historias y adquieren tesoros ocultos entre puestos de diversas mercancías. La diversidad de actividades y su estratégica proximidad a la capital convierten a Majadahonda en un verdadero imán para aquellos que buscan diversión, compras y momentos inolvidables. Este rincón es testigo de encuentros, alegría y el latir vibrante de la vida en los alrededores de la ciudad de Madrid.