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Parla, una vez un pequeño enclave de la Edad de Piedra, ha evolucionado a lo largo de los siglos para convertirse en una vibrante Gran Ciudad. Su historia es un testimonio de la transformación constante, desde sus inicios con grupos nómadas que vivían en comunión con la naturaleza, hasta la actualidad, donde se encuentra en el corazón del área metropolitana de Madrid.
El territorio de Parla, marcado por el arroyo Humanejos, ha sido un elemento vital desde tiempos inmemoriales. Los restos arqueológicos, como los instrumentos de sílex encontrados, nos hablan de los primeros pobladores que dependían de la recolección de frutos, la caza y la pesca. La vida giraba en torno a la abundante fuente de agua proporcionada por el arroyo, una conexión fundamental para la supervivencia.
Con el paso de los años, Parla se expandió y creció, absorbiendo la energía de la cercana metrópolis de Madrid. Aunque en 1960 tenía solo 1.700 habitantes, el municipio ha experimentado un crecimiento impresionante, especialmente en las décadas de 1970 y 1980. La proximidad a Madrid y su posición estratégica cerca de la provincia de Toledo le han dado un carácter diverso, fusionando tradiciones agrícolas con un desarrollo industrial y comercial en constante expansión. Se ha convertido en un centro importante en el cinturón sur de la capital.
A pesar de no poseer vastas áreas boscosas ni cursos de agua prominentes, la adaptación ingeniosa de Parla al entorno se refleja en su acuífero subterráneo, una solución a la aparente aridez superficial. Una base arcillosa impermeable bajo el terreno arenoso ha permitido la formación de este recurso invaluable, proporcionando sustento incluso en condiciones aparentemente desfavorables.
La arquitectura y el patrimonio de Parla también cuentan su propia historia. La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, un testigo silencioso de los siglos, ha sido testigo de restauraciones y cambios a lo largo del tiempo. Sus elementos góticos y barrocos cuentan la historia de la fe y la devoción de la comunidad. Aunque la restauración del siglo XX modificó su apariencia, el ábside original se mantiene como un recordatorio de su rica herencia.
La vivienda tradicional de Parla, aunque escasa en número y a menudo deteriorada, se encuentra en el casco antiguo, testificando la forma en que vivían generaciones pasadas. Las casas de una sola planta, algunas con una bajo cubierta, reflejan la simplicidad y la funcionalidad del pasado. Los edificios de tipología rural, muchos en ruinas, representan un estilo de vida más ligado a la tierra, con estructuras adosadas para actividades agropecuarias. Las tejas árabes a dos aguas y la falta de ventilación organizada son rasgos distintivos de estas construcciones antiguas.
El cerro de la Cantueña, un punto destacado en la geografía de Parla, ofrece un espacio para el esparcimiento y la conexión con la naturaleza. Un lugar perfecto para hacer volar cometas y disfrutar de la belleza de la ciudad desde lo alto.
La ermita de Nuestra Señora de la Soledad, una joya histórica, y la iglesia de la Asunción, aunque transformada, mantienen viva la tradición religiosa de Parla. Las fiestas, especialmente las animadas celebraciones del Agua en junio y las festividades en honor a Nuestra Señora de la Soledad en septiembre, son ocasiones para que la comunidad se reúna, celebre y comparta su cultura.
La Ermita de Nuestra Señora de la Soledad, un templo que data de la segunda mitad del siglo XVII, se erige en el camino que conducía al antiguo despoblado de Humanejos, un lugar que contaba con su humilladero en el siglo XVI, consagrado por el obispo Diego de la Calzada. El edificio actual fue ideado y financiado por Bartolomé Hurtado, un arquitecto oriundo de Parla, y presenta una planta rectangular que alberga tanto la ermita como un espacio para proteger las andas de la imagen de la Virgen. La ermita está orientada hacia el Suroeste y cuenta con una torre-campanario de tres cuerpos.
La fachada exterior es de diseño sencillo, recubierta de blanco con detalles grises que emulan el granito en las aristas del frontón, la portada y otras partes. Hay dos entradas principales: la portada principal, enmarcada por pilastras de granito y coronada con un frontón triangular, y la entrada en la fachada Norte, que proporciona acceso al último tramo de la ermita. Las otras dos fachadas carecen de aperturas.
El interior consta de una única nave dividida en tres tramos desiguales, cubierta por una bóveda de cañón rebajada. Una galería con balaustrada de hierro recorre la nave. El presbiterio se alcanza a través de un arco triunfal de medio punto, y en la capilla mayor, se encuentra un retablo atribuido a Bartolomé Hurtado, de estilo barroco madrileño del siglo XVII. El retablo presenta tres calles y tres cuerpos, con una hornacina central que aloja la imagen de la Virgen de la Soledad. La ermita fue renovada en 1906 debido a su deteriorado estado, y se añadió un pequeño porche de hierro a la portada principal.
Así, Parla, en su diversidad, en sus cambios a lo largo del tiempo, en sus tradiciones que se mezclan con la modernidad, es una ciudad que ha forjado su propio camino, un recordatorio tangible de la evolución constante y la adaptación humana en busca de un futuro mejor.