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Patones de Arriba, esta joya histórica enterrada en los pliegues de la Comunidad de Madrid, emerge como una ventana al pasado, ofreciendo una narrativa fascinante que ha navegado a través de los remolinos de los siglos y las metamorfosis urbanas. Su nombre se entrelaza con los hilos de la historia tejidos por sus fundadores, los Patón, cuyo legado en la restauración de un puente sobre el río Jarama en el lejano siglo XVI marcó los humildes inicios de este asentamiento, como una promesa que crecería a través de las edades.
A solo 60 kilómetros de la agitada urbe madrileña, el municipio despliega su encanto en dos entidades distintas: Patones de Arriba, anclado en la cima, y Patones de Abajo, abrazando las orillas del Jarama. Fue en este último lugar donde una gran parte de la población encontró refugio tras la sacudida de la Guerra Civil, buscando una vida más cómoda en la fértil vega del río, mientras el antiguo Patones de Arriba languidecía, quedando prácticamente deshabitado en el presente.
La herencia histórica de Patones de Arriba, aunque datando su cuna en el siglo XVIII, tiene sus raíces aún más profundas, con un origen primigenio que se desplegaba a tres kilómetros de la actual ubicación, en un lugar conocido como Los Pradales. Una declaratoria de Conjunto Histórico otorga protección a este núcleo de historia viva, y los dominicales se llenan de visitantes curiosos, desvelando su irresistible encanto turístico, haciendo resonar el consejo sabio de explorarlo entre semana o en las primeras luces del alba, para evadir las multitudes que suelen congregar.
Es crucial distinguir entre Patones de Arriba, el rincón de arquitectura enigmática que atrae a los turistas, y Patones de Abajo, una tierra que nació tras la Guerra Civil, como un refugio ante la tormenta, donde muchos patoneros encontraron un nuevo hogar con mayores comodidades. El antiguo Patones de Arriba, mientras tanto, se convirtió en un testigo silencioso de esta evolución, un lugar prácticamente abandonado por sus habitantes contemporáneos, una reminiscencia de tiempos pasados.
Las huellas de los orígenes más arcaicos de Patones se insinúan en los vestigios de la Edad de Piedra, marcados por la misteriosa Cueva del Reguerillo, un espacio habitado desde tiempos inmemoriales que susurra historias de antiguos pobladores. Hacia el siglo XVI, el nombre "Patones" comenzó a resonar para describir una modesta alquería en la región, vinculada a la Villa de Uceda, aunque teñida de un desdén mutuo. Los patoneros decidieron trazar su propio destino, proclamando su propio líder para liberarse de las influencias de Uceda, y así nació una peculiar monarquía, un pequeño reino que persistió hasta el siglo XVIII, cuando Carlos III, con su benevolencia, concedió a Patones la ansiada independencia.
La búsqueda en línea, curiosa y aventurera, revela la presencia de dos Patones: Patones de Arriba y Patones de Abajo, siendo este último un fruto de la postguerra, un lugar donde muchos habitantes buscaron un refugio, una oportunidad para reconstruir sus vidas en un entorno más propicio. Para experimentar plenamente el espíritu escarpado de este enclave a 832 metros sobre el nivel del mar, se recomienda una caminata desde Patones de Abajo, una odisea a través de la senda ecológica El Barranco, un sendero que regala vistas panorámicas que son como pinceladas en un lienzo natural.
Al acercarse a las puertas del pueblo, la iglesia de San José, que ahora desempeña el papel de Oficina de Turismo, nos da la bienvenida. Aquí se despliegan itinerarios que exploran las Edades de la Arquitectura, una travesía a través del tiempo, donde los orígenes y la evolución de Patones de Arriba se desvelan a través de su arquitectura popular, y la Arquitectura de los Alimentos, un camino que nos lleva a las construcciones tradicionales que dieron vida a la gastronomía local: bodegas, hornos, eras, cochiqueras, arrenes y tinados... Un viaje que nos conecta con las raíces de esta comunidad y nos permite comprender su historia desde una perspectiva única.
Tras un recorrido por las calles empedradas de Patones de Arriba o una emocionante caminata por la majestuosa Sierra Norte, merecemos el placer supremo de sentarnos a la mesa en uno de los acogedores restaurantes que pueblan la población. Sin embargo, la elección no es tarea fácil, ya que el aroma que se desliza desde muchos de estos establecimientos es una tentación irresistible, y todos ellos ofrecen cartas completas y menús turísticos a un precio razonable. Si decides entrar en uno de estos lugares, te aconsejo que reserves con antelación, ya que los fines de semana suelen estar abarrotados de visitantes deseosos de saborear las delicias locales.
Patones de Arriba es célebre por la construcción de sus casas y calles con la piedra de pizarra, lo que le confiere un lugar de honor entre los "pueblos negros", esos asentamientos rurales con una estética única y evocadora, que parecen haber surgido de las páginas de un cuento de épocas pasadas.
Los tesoros naturales también tienen su espacio en la narrativa de Patones de Arriba. Algunas de las joyas que encontramos aquí son la Fuente Gorda, también conocida como Fuente Las Plantas, la cual surtía originalmente de agua al pueblo, aunque ahora yace inutilizada, una reliquia silenciosa de tiempos antiguos. Además, podemos maravillarnos con la Fuente Nueva y el Lavadero, estructuras que vieron la luz a principios del siglo XX, concebidas para contrarrestar la escasez de agua durante los ardientes veranos. El agua sobrante se aprovechaba en el lavadero, una instalación que cuenta con dos partes diferenciadas, una destinada al lavado y otra para el aclarado, un testimonio tangible de la vida cotidiana de tiempos pasados.
La Ermita de la Virgen de la Oliva, un edificio de estilo románico-mudéjar, nos transporta a los siglos XII y XIII, una época de fervor religioso y manifestaciones arquitectónicas que hablan de la devoción de la comunidad de aquel entonces. Su presencia silenciosa, testigo de los avatares del tiempo, es un faro de identidad para el pueblo, una conexión tangible con su pasado espiritual.
El Canal de Cabarrús, una infraestructura hidráulica que data de finales del siglo XVIII, nos recuerda las proezas de ingeniería que se llevaron a cabo en épocas pasadas, cuando las soluciones tecnológicas eran una muestra de destreza y superación. Esta obra maestra de la ingeniería, aunque quizás pasada por alto por muchos, es un testimonio silencioso de la capacidad de la humanidad para aprovechar los recursos naturales en armonía con el entorno.
No podemos dejar de mencionar las Cárcavas de Alpedrete, un fenómeno natural que deja perplejos a quienes las contemplan. Estas curiosas formaciones rocosas han sido esculpidas por la lluvia durante siglos en el terreno arenoso de la zona, creando un paisaje que parece haber sido sacado de un mundo de fantasía. El capricho de la naturaleza, tallado por la incansable labor del agua, nos recuerda la constante transformación del entorno que nos rodea, una lección de humildad ante la grandeza de la madre naturaleza.
En este rincón de la Comunidad de Madrid, la historia se entreteje con la arquitectura, la tradición y la naturaleza, formando un tapiz narrativo que invita a los visitantes a explorar y apreciar las capas de tiempo y cultura que han moldeado Patones de Arriba a lo largo de los siglos. Cada rincón, cada edificio, cada recuerdo en esta tierra lleva consigo las huellas de una comunidad que ha evolucionado, que ha luchado por su identidad y que se enorgullece de su herencia. Al adentrarse en las calles empedradas, al saborear la deliciosa comida local, al contemplar las maravillas naturales, uno no puede evitar sentir una conexión especial con este lugar, un sentido de pertenencia que trasciende las barreras del tiempo y nos conecta con aquellos que forjaron el camino antes que nosotros. Es un recordatorio de la importancia de preservar nuestra historia, de cuidar nuestros tesoros naturales y de apreciar la diversidad de culturas y experiencias que dan forma a nuestro mundo. Patones de Arriba es más que un pueblo, es un testimonio viviente de la grandeza de la humanidad y la belleza de la tierra que llamamos hogar.